Nunca fui tan hermosa
como a los cuarenta
cuando el mundo comenzó a apagarse
como si alguien hubiera dictado
el final de una fiesta.
Ah, qué precioso es el fin de las cosas,
todo el cuerpo extendido hacia el disfrute
de los últimos instantes.
Es
como el final del deseo,
ese momento en que no importa
si sos vos
o no sos,
sólo sucede estar allí,
en un cuerpo
habitando la cueva de la sangre,
el corazón
en un pulso feroz latiendo,
latiendo.
como a los cuarenta
cuando el mundo comenzó a apagarse
como si alguien hubiera dictado
el final de una fiesta.
Ah, qué precioso es el fin de las cosas,
todo el cuerpo extendido hacia el disfrute
de los últimos instantes.
Es
como el final del deseo,
ese momento en que no importa
si sos vos
o no sos,
sólo sucede estar allí,
en un cuerpo
habitando la cueva de la sangre,
el corazón
en un pulso feroz latiendo,
latiendo.
Un animal
irguiéndose en sus pies
es siempre majestuoso.
irguiéndose en sus pies
es siempre majestuoso.
Mariana Finochietto (Argentina)
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